Sólo para fumadores
Antes de desgranar un poco este fragmento vayamos a los hechos que han propiciado estas volutas de humo que conforman mis palabras. Permítanme también la confianza para nombrar a personas que ustedes no conocen, y ya tal chapucero émulo de Umbral, me permito colocarlas en esta desordenada pseudocrónica: N. ha decidido dejar de fumar, parece convencida en intención, sin embargo parece que le está costando habituarse a esa ausencia de nicotina. El motivo es que quiere superar ese vicio antes de la posibilidad de que se quedara embarazada. Lo cual ya sería suficiente shock para ella para sobrellevarlo con el mono del tabaco. No diré que está irascible, porque esta palabra implica más mala leche de la que puede tener ella, pero desde luego si que está inquieta. Ayer ví a una muy sensible M –ni Julie Andrews en casa de la familia Von Trapp sabe desplegar tal carrusel de emociones en tan poco tiempo-. Bueno, de hecho estuve unas un buen número de horas con ella (ahora me las adeuda junto al dinero del taxi ;D). M. practica con sorna esa frase atribuida a Mark Twain: “Dejar de fumar es fácil, yo lo he hecho lo he dejado como cien veces”. La he visto varias veces con la pretensión de dejar de fumar, y aunque ayer no llevaba en un principio tabaco, terminó la noche con un par de paquetes en su bolso (una situación sin parangón porque al resto del mundo, la cantidad de tabaco va menguando con el paso de las horas). El caso de S. es también curioso, fue ella la que casi me convence para leer el bestseller que escribió Alen Carr al respecto: “Es fácil dejar de fumar si sabes como”. Ella había quedado iluminada tras su lectura, y como si de una secta extraña se tratase, después de la lectura se había pasado convencida al lado de los no fumadores. Al cabo de unos meses los buenos propósitos se habían desvanecido y yacían convertidos en ceniza. Lo bueno de S. es que tiene mucho sentido del humor, y sabe reírse de si misma. Por cierto, dato ineludible de esta crónica: mañana voy a la boda de J. y S. Hay otros casos que conozco al respecto que me valdrían de ejemplo, pero esto comenzaría a hacerse demasiado pesado.
El hecho es que de entrada me extraña que en la mayoría de los casos, esta pretensión de dejar de fumar provenga del lado femenino. Este dato si estoy en lo cierto, daría para varias explicaciones sociológicas, pero que ahora se me hace un poco pesado exponerlas. Personalmente me gusta fumar. Mi consumo de cigarros yo lo calificaría como bajo, y que suelo fumar un paquete de tabaco más o menos a la semana. Lo cual no sé si me excluye totalmente de los grupos de riesgo que padecerán las enfermedades ligadas al hecho de fumar, pero a falta de datos relativos al respecto y que tampoco aspiro a una vejez excesivamente duradera, prefiero seguir corriendo los riesgos sujetos a la cajetilla.
Fue a partir de las campañas del estado en contra de el uso del tabaco en lugares cerrados, y el encontrar en la red diversos blogs que se declaraban como libres de humo, cuando decidí colgar en mi blog un cartel con una leyenda que defendiera el derecho de fumar y de hacer cada uno con su cuerpo lo que quiera. Cuando me hablan de que el fumador es un futuro gasto para las arcas del Estado, siempre pienso que el fumador ha pagado con creces a base de impuestos ligados al tabaco cualquier tipo de estancia en un hospital, por el tiempo que fuera necesario.
El exceso de prohibiciones me hace rebelarme contra lo políticamente correcto (recuerdo ahora las bondades de la película Smoking room). Y me fastidia mucho que a determinados lugares a los que uno va por gusto, les puedan obligar a restringir o incluso prohibir el consumo de tabaco.
Retomando el texto que he puesto al principio del post, es un fragmento de un relato autobiográfico del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro: Sólo para fumadores, en el cual el escritor narra de una manera muy cercana, la relación de amor-odio, que tuvo siempre el escritor con el tabaco. El texto desde luego es un auténtico acierto, y muestra eficazmente las inquietudes de cualquier fumador.
Además expresa totalmente, algo que desde hacía años yo tenía la intención de mostrar, y es la relación pseudomística que el fumador establece con el fuego. Un fuego que atrae y que a la vez es dominado por el fumador.
Ahora tocaba hablar de Ribeyro… pero el sueño me está venciendo, así que sólo otro link, que es otro cuento de Ribeyro con el que alcanzó también un relativo reconocimiento: Los gallinazos sin pluma en el que muestra las dificultades de un par de hermanos por sobrevivir en un mundo en el que viven rodeados de pobreza.
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